lunes, 13 de septiembre de 2010

Una historia de Mafia, basura e hipocresía.

XLSemanal publicó en su número 1.193 un interesante artículo sobre uno de los negocios más boyantes de la Mafia: la gestión de residuos tóxicos, que ha proporcionado al crimen organizado 20.500 millones de Euros en el último año.

Este "negocio" presenta grandes ventajas para las organizaciones criminales responsables; no sólo tiene una enorme rentabilidad, sino que además está escasamente perseguido. Por un motivo muy simple: los países occidentales necesitan deshacerse de todos los desechos que producen. Y hacerlo de forma legal resulta demasiado caro.

Por ello es habitual la gestión de residuos por parte de las distintas mafias. Mucho más de lo que podríamos pensar: en el artículo se ponen como ejemplo las casi siete millones de toneladas de equipos electrónicos que salen ilegalmente de la Unión Europa cada año; pero no es necesario salir de Europa para ver los resultados de la labor de la "ecomafia".

Al respecto, basta con que recordemos la crisis de la basura ocurrida en Napolés en el año 2008, donde los pueblos se convirtieron en enormes vertederos. Detrás de cada una de las imágenes mostradas en esos días y de la necesidad de que al final interviniera el mismísimo ejército italiano, está una realidad trágica: la Camorra gestiona en Napolés el 45% de los residuos tóxicos.

De su gestión irresponsable y chapucera de dichos residuos, (que le permite ofrecer precios un 80% inferiores al de empresas debidamente autorizadas), ha surgido una auténtica tragedia en Italia: en sus áreas de influencia la incidencia del cáncer ha aumentado un 12% más que en el resto de Italia; algunos tumores concretos han registrado un aumento del 400%.

Por supuesto, de la crisis en Italia nos enteramos mejor ante el hecho de que son desperdicios "tratados" en la misma Europa. Pero con aquellos que salen de forma pirata fuera de nuestro continente (el 6% del total) no parece que tengamos tanto problema. ¿Cuánto se ha hablado en los medios de las alertas sanitarias producidas en Costa de Marfil, Nigeria, Ghana, Pakistán o Somalía? La Unión Europea intentó recientemente, en Copenhague, liderar un muy necesario compromiso con el medio ambiente. Obvia decir que fracasó de forma estrepitosa, por muy diversas razones (como la falta de un liderazgo fuerte). Pero en el fondo, el problema radica en la enorme hipocresía y falta de compromiso real de la Unión Europea ¿Cómo liderar un nuevo acuerdo cuando incumplimos de forma flagrante el Convenio de Basilea?

Parafraseando al artículo: tira un televisor viejo por encima de un seto y tendrás problemas con la Administración. Lanza 10.000 en Nigeria, y mirarán para otro lado. Lo más triste es que ante la inmensa cantidad de basura que generamos, o cambiamos de actitud o será siempre necesaria la labor de dichas mafias, por mucho daño que causen.


domingo, 15 de agosto de 2010

Sobre la delincuencia de cuello blanco.

Uno de los temas más interesantes que nos planteamos en el último año de Criminología fue el dedicado a la delincuencia de cuello blanco. El concepto de delincuencia de cuello blanco, usado por primera vez por Sutherland en su obra "White Collar Crime", se refiere a los delitos cometidos por una persona de respetabilidad y de “status” social alto en el curso de su ocupación. Y en concreto con delincuencia económica nos referimos (en palabras de Niggemeyer) a los que delitos “que se cometen, explotando el prestigio económico o social, mediante el abuso de las formas y las posibilidades de configurar los contratos que el Derecho vigente ofrece, o abusando de los usos y las razones de la vida económica, basados en una elevada confianza, delitos que, de acuerdo con la forma en que se cometen y las repercusiones que tienen, son idóneos para perturbar o poner en peligro, por encima del perjuicio de intereses particulares, la vida o el orden económico.”

Una vez sacadas de en medio esas definiciones, vamos a pasar a lo interesante: ¿Quiénes son estos sujetos que pueden cometer, normalmente de forma impune, un daño tan elevado a la sociedad?
Las características típicas de un delincuente de cuello blanco son las siguientes:

1) Materialismo: solo da valor a los bienes materiales, es un  auténtico maníaco, su tensión patológica se libera con la ganancia, tiene una psicología similar a la del jugador compulsivo.
2) Egocentrismo: no alcanzan a lograr afectividad, esta soledad la compensan mostrándose generosos económicamente.
3) Narcisismo: son soberbios, inestables, y esto se traduce a su situación social, suelen ser muy audaces.
4) Peligrosidad: no valoran los límites éticos.
5) Hipocresía: son fríos y se muestran generosos y complacientes.
6) Neuróticos. Además, falta de conciencia de culpabilidad, debido a que estos actos no provocan
reacción social, ya que hay personas (demasiadas) que no los consideran delitos.

Estos sujetos interpretan las normas jurídicas no como un medio para la protección de los intereses de particulares y de la sociedad en general; sino como las reglas de una especie de "juego". A su modo, el delincuente de cuello blanco "ideal" es muy parecido al delincuente tradicional "ideal": ambos utilizan bienes y personas para su propio beneficio sin el menor de los escrúpulos.

Ambos tipos de sujetos muestran una gran insensibilidad hacia los demás y hacia las consecuencias de sus actos. La gran diferencia reside en el estatus social: si pueden mantener dicho estatus social es por el hecho de que sus actos no son tan mal considerados, o cuando menos, no tanto como debieran si tenemos en cuenta los daños causados. Un sujeto que roba una cartera en un mangante, pero uno que desfalca millones de euros es un "tipo listo". Y desde luego, no cabe duda de que la gran mayoría de nosotros, si tuviera que elegir, preferiría cenar con un sujeto como Maddof (responsable de estafar más de 50.000 millones de dólares) que con el delincuente tipo de nuestras prisiones, aunque sólo sea responsable de un robo de un vehículo por ejemplo.

Es imposible calcular el daño que causa en la actualidad este tipo de delincuencia. Si sólo nos ceñimos a lo económico es completamente factible que los daños cuatripliquen a los causados por la delincuencia "tradicional" (así se observó en cifras posteriores a la segunda guerra mundial en Estados Unidos, tomando exclusivamente quiebras fraudulentas y la venta de efectos carentes de valor: 1.000 millones de dólares de daños frente a los 250 millones de la delincuencia tradicional). Pero los problemas causados van más allá de lo económico. La salud pública también está en juego ante las actuaciones de estos delincuentes.

Y es que en los últimos años estamos observando como los responsables de los Cárteles mexicanos están convirtiéndose en una suerte de nuevos delincuentes de cuello blanco. Aprovechando su enorme poder económico, han logrado el control de toda clase de instancias del Estado. Esto no es nuevo: la mafia italoamericana, de la que apenas sabemos nada desde hace tres décadas (y eso habiendo aumentado su poder...), tiene el control en los Estados Unidos del principal sindicato de transportistas, cadenas hoteleras, lavanderías, casinos... La fuerza de esta clase de organizaciones es incuestionable, pero aun hay instancias más elevadas por encima.

Y es que en las esferas más elevadas del narcotráfico no se encuentran realmente los líderes de los Cárteles o de las distintas mafias (como la rusa o la china) que a nivel global se encargan de su adquisición, almacenamiento y distribución. Por encima de estas organizaciones (ya de enorme poder) se encuentran los Grandes Narcotráficantes, cuya labor en el proceso es la de financiar las operaciones llevadas a cabo por las organizaciones anteriores a cambio de suculentos intereses; así como la de blanquear ingentes cantidades de capitales provenientes de dichas operaciones. Nunca tratan directamente con la droga con lo que detenerlos resulta casi impensable.

De hecho, nunca se ha descubierto la identidad de
ninguno de estos sujetos: sabemos que existen (ante la imposibilidad de que el narcotráfico a escala global funcione de otra forma), pero no quienes son. Y por su enorme poder, no parece factible que podamos aspirar, con los medios policiales actuales, a que se capture a ninguno jamás. Las policías de los distintos países del mundo pueden encarcelar a los eslabones más bajos de la cadena, pero cuando ya resulta casi imposible combatir a los "medianos" narcotráficantes (los Cárteles, mafias...) ¿Cómo detener a quién ni siquiera se involucra directamente con la droga? Esta delincuencia invisible, que resulta cada vez más poderosa, es uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan sin duda los gobiernos del primer mundo. Pero la cuestión es la siguiente ¿Tienen los medios o, siquiera, la voluntad para hacerlo? Eso es algo que veremos en las próximas décadas.

viernes, 13 de agosto de 2010

Sobre la empatía, la inteligencia y la capacidad de los animales para hacer el mal.

Recientemente se emitió la reposición del episodio número 53 de "Redes".
Redes: Nuestro cerebro altruista

En este episodio, Eduard Punset entrevista al primátologo Frans de Waal sobre un asunto tan escasamente tratado por la ciencia como lo son las emociones de los animales. En concreto, una parte significativa de la entrevista se refiere a la empatía, siendo de gran interés: compartimos muchas emociones con otros mamíferos pero la capacidad concreta de ponernos en el lugar de otro sólo está presente en primates superiores, delfines y paquidermos. Es ciertamente una habilidad que ha requerido de un desarrollo cerebral excepcional en el reino animal; con una influencia enorme sobre el estilo de vida de aquellos que la poseen.

Pensemos en algo tan simple como el ejemplo que ponen en el mismo programa: la madre de una cría de chimpancé con un brazo roto adapta su comportamiento a esta circunstancia, cargando más con ella, rebajando el ritmo de la marcha, etc. Mientras que la madre de una cría de un mono, al carecer de esta habilidad, fuerza a éste a realizar un sobreesfuerzo (que DEBE hacer para sobrevivir). No es difícil comprender que esta habilidad ha condicionado enormemente nuestra sociedad. Obviamente, de forma muy positiva, pero desde otro punto de vista, también ha tenido ciertas consecuencias negativas. En proporción ínfima, pero las ha tenido.

Porque, recordemos, como ya hemos dicho anteriormente la empatía es mental y emocional. Si la segunda no acompaña demasiado, la primera puede seguir siendo de gran utilidad para aquellos sujetos que disfruten con el sufrimiento de los demás. En el mismo episodio de Redes, Frans de Waal pone el ejemplo como una chimpancé se divertía haciendo como que entregaba unas manzanas a otros que no las podían alcanzar, para acto seguido, comérselas. Esto, que parece algo simpático y anecdótico, resulta excepcional en el conjunto del reino animal: pero ha posibilitado la aparición de casos que, en una visión absurda e idílica del mundo animal, solíamos reservar a los seres humanos.

Por ejemplo y siguiendo con los chimpancés, se han documentado tanto casos de guerras por el control de territorios entre grupos de chimpancés como casos en los que pequeños grupos de individuos mataban fuera de estos conflictos a otro. De hecho, sabemos incluso que los chimpancés pueden llegar utilizar armas similares a lanzas en sus enfrentamientos.

Por otro lado, en la reserva de Pilanesberg en la década de los 90 sucedieron unos hechos que conmocionaron a los responsables del parque. Un elefante o varios fueron responsables de la muerte de aproximadamente 10 rinocerontes blancos, a los que mataron de forma brutal. Los motivos que llevaron al elefante o elefantes responsables a realizar dichos ataques no quedaron, que yo sepa, claros para los distintos expertos que investigaron el asunto, si bien se plantearon varias teorías. Es factible culpar de los ataques a la época de apareamiento y a un descontrol hormonal, pero varios sociólogos apuntaron a la falta de matriarcas: una socialización deficiente llevaría a varios elefantes jóvenes a convertirse en "sociópatas".

Por último me gustaría referirme a los ya famosos casos de delfines que atacan sin motivo aparente a marsopas. Utilizando su sonar, son capaces de atacar con precisión a las partes más desprotegidas del cuerpo de la marsopa, a la que matan tras ataques que se pueden prolongar fácilmente hasta la media hora. Dado que las marsopas no compiten con los delfines por las mismas presas, se han buscado varias respuestas posibles a este comportamiento. De ellas, destacan las dos siguientes: por un lado, cabe la posibilidad de que, por el tamaño de las marsopas, se ataque a estas como entrenamiento para atacar a crías de delfín: el infanticidio es habitual en el mundo animal. Pero también existe la posibilidad de que, simple y llanamente, las acosen y maten por diversión... un comportamiento tristemente muy humano.

En conclusión, me gustaría dejar claros dos puntos: el primero es que el ser humano no es tan diferente al resto de animales como muchos se creen. Para lo bueno y lo malo, no somos tan "especiales" como se sostuvo durante tanto tiempo por esa visión tan antropocéntrica que teníamos del mundo e incluso del Universo. El hecho de que ciertos animales realicen esta clase de conductas los acerca, en cierto modo, al ser humano, y paradójicamente (ya que hablamos de conductas que podrían ser vistas como "malvadas") también debería ser un motivo más para su especial protección.

En segundo lugar, es necesario dejar claro que el mal (y con ello, la delincuencia) y la inteligencia van de forma muy usual cogidos de la mano. La visión de la criminología positivista en la que el delincuente era un sujeto con una enorme suma de taras físicas y psíquicas ya ha sido rebatida incontables veces, pero aun hoy en día, cuando se nos habla de delincuencia tendemos a pensar en aquellos desheredados, de pocas luces, pobres, drogadictos, etc. que no sabrían hacer otra cosa y que suelen aparecer en programas como "Callejeros". Aunque realmente son estos sujetos los que suelen habitar nuestras prisiones, no son estos los delincuentes que deberían preocupar a la sociedad: los que deberían hacerlo rara vez llegan a pisar dichas prisiones. Responsables de daños muy superiores al conjunto de la delincuencia "tradicional", atraparlos resulta casi imposible. Pese a que uno sólo de ellos puede llegar a estafar decenas de miles de millones, son irónicamente más respetados que los otros, estando perfectamente integrados en la sociedad: a ellos dedicaremos su correspondiente espacio en una futura entrada.

sábado, 7 de agosto de 2010

Del papel del criminólogo en casos de violencia de género.

Una amiga me preguntó por el papel de los criminólogos en los casos de violencia de género. Realmente, yo mismo no tengo claro que papel pueden jugar los criminólogos en general en estos tiempos en los que se legisla casi en base a lo dicho en las tertulias matutinas y no bajo el consejo de especialistas y científicos, pero vamos allá:

En teoría con el grado debería depender de la especialidad que seleccione el sujeto. Por lo que tengo entendido en España deberían desarrollarse tres ramas diferentes. Para empezar, los que tiren hacia medicina legal deberían asistir en centros sanitarios e institutos de medicina legal para la identificación y seguimiento de casos de violencia de género.


Los que vayan por la vía de la rehabilitación de presos deberían colaborar en la reeducación y también en la realización de tablas de pronóstico específicas para predecir y evitar casos futuros de un sujeto concreto, en centros penitenciarios y juzgados (aconsejando al juez o estando en las juntas de tratamiento colaborando en la realización de informes del sujetos). Este es, por cierto, el papel clásico del criminólogo en Estados Unidos: predecir la conducta futura de un delincuente.

Por último, los que se especialicen en victimología deberían colaborar en la asistencia directa a la víctima. En el proceso en el que ayudaran a los distintos agentes sociales, deberían también realizar labores de investigación académica, muy necesaria: colaborar con psicólogos para trazar perfiles de víctimas (y así enfocar medidas educativas en ese sentido), buscando además errores en las medidas de política criminal tomadas, haciendo para ello un seguimiento general de cada caso: de las medidas legales, las psicológicas, las sociales... este ha sido el papel clásico del criminólogo europeo con la delincuencia en general: observar los resultados de las medidas de política criminal tomadas (teniendo ahora en cuenta a la víctima) y comunicar al legislador sus resultados para que actúe en consecuencia. Obvia decir que en España los políticos consideran que no necesitan nuestra ayuda...

En la práctica, es complicado que con la crisis veamos a los criminólogos hacer algo de eso, pero con el Grado se han prometido plazas reservadas a criminólogos... Personalmente no me fío un pelo, así que me pienso sacar el carnet de detective privado para tener otra salida. Pero en fin, nunca se sabe...

viernes, 6 de agosto de 2010

De una historia de humanos, delfines y empatía...

El otro día tuve la suerte de poder disfrutar en el cine del documental "The Cove". Por la naturaleza de la propia película no me esperaba poder verla en un cine de Santiago: en España ha alcanzado muy pocas salas, demasiado pocas en mi opinión; tanto si consideramos la calidad del filme como si tenemos en cuenta la importancia de lo contado. Los que no la hayáis visto echar un vistazo al trailer:

































Si no habéis visto la película, os la recomiendo encarecidamente. No sólo por lo sobrecogedor de lo que se cuenta y revela en esta; la forma utilizada para narrar la historia, más cercana a un thriller que a un documental al uso es un gran acierto y conduce perfectamente al espectador a una secuencia final que no precisa de la menor narración; en el momento en el que finalmente podemos observar los resultados del trabajo del equipo de Louie Psihoyos, las imágenes y el sonido ambiente son más que suficientes para impactar al espectador que es incapaz de sentir indiferencia al salir de la sala.

Sin embargo, el propósito de este blog no es el de realizar reseñas de películas. Si he decidido dedicar una entrada del blog a esta película es por una frase dicha en la película que resume muy bien muchas más cosas de las que implica directamente en la película. El que en el momento del rodaje de la película era el representante de Japón en la Comisión Ballenera Internacional afirma en una secuencia que el problema que tiene occidente con la caza de ballenas y delfines es meramente emocional: a fin de cuentas, según esa argumentación reiterada por varios políticos y representantes de la política japonesa, en occidente no tenemos problema a la hora de zamparnos carne de vaca o de cerdo, por ejemplo.

Más allá de consideraciones como la sostenibilidad de la práctica o la inteligencia que puedan tener ballenas o delfines, es indudable que el problema es no sólo ecológico, sino emocional: otro tema es que sean los occidentales o los japoneses los que tienen dicho "problema", pero realmente es innegable que en occidente siempre hubo una mayor simpatía por los cetáceos. Dicha simpatía por estos animales no es sólo cosa de que hayamos visto de niños series como Flipper, sino que ya viene inscrita en parte de nuestra cultura desde la antigüedad: en Grecia se considera desde tiempos muy antiguos que los delfines son animales consagrados a Apolo y Poseidón (llegándose a penar con la muerte al que los matara).

Al final todo gira en torno a la empatía emocional: nos referimos, (parafraseando a la rae), a la identificación afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro. Debemos hacer hincapié que aquí no nos referimos a la empatía como identificación mental: puede un sujeto comprender perfectamente el dolor que podría crear con sus acciones en otro, que si no es capaz de asociar ese dolor como emocionalmente propio, difícilmente servirá de algo dicha comprensión a la hora de evitar que realice esas acciones: es más, probablemente utilicé dicho conocimiento a su favor a la hora de crear dicho sufrimiento. Así, el más cruel de los psicópatas sabe perfectamente el dolor que puede causar a una víctima (empatía como identificación mental) pero es incapaz de interiorizar ese dolor como propio.

Por las razones que sean, seguramente de naturaleza cultural (pero también por un interés político), observamos como mientras el sufrimiento de un sólo delfín puede provocar lagrimas en una activista, en otros sujetos causa indiferencia o incluso hilaridad: no es esto de extrañar, si tenemos en cuenta que esto mismo ocurre entre los propios seres humanos. Si hay sujetos que celebran la ejecución de un semejante brindando con champán, ¿cómo podemos esperarnos que la humanidad acuerde de forma unánime la defensa de otras especies, por muy inteligentes que sean?

Trabajar en la empatía debería ser, en cualquier sistema educativo, una cuestión clave: no sólo con personas que sufran de alguna clase de trastorno de personalidad antisocial, sino en general: si queremos conseguir la igualdad real entre todas las personas con independencia de factores como el sexo, la raza o la religión es necesario que todos seamos capaces de pensar en el otro como en un individuo que, a fin de cuentas, es semejante a nosotros mismos en lo fundamental. Sería, sin duda alguna, motivo de celebración que todos fuéramos capaces de ver al individuo que hay detrás de un colectivo o de una serie de hechos aislados: mientras nos cueste tanto algo que no debería ser tan complicado, ¿cómo podemos esperar que la humanidad pueda tener un respeto real por el planeta en el vivimos, así como por el resto de seres inteligentes con los que nos ha tocado compartirlo? Sólo progresando en nuestra capacidad para asimilar como propio el sufrimiento de otros podremos asegurarnos un futuro para nuestra especie... el camino actual es insostenible:
está en nuestras manos el empezar a cambiar.


miércoles, 4 de agosto de 2010

De como un lugar malvado engendra víctimas y verdugos.

Una buena compañera y amiga nos recomendó el visionado del siguiente episodio de Redes:

http://www.rtve.es/mediateca/videos/20100404/redes-4-03-10-pendiente-resbaladiza-maldad/736047.shtml?s1=programas

En el que probablemente sea uno de los mejores programas de esta temporada, Eduard Punset entrevista a Philip Zimbardo. Psicólogo genial, Zimbardo fue el responsable de uno de los más famosos y controvertidos experimentos jamás realizados en el mundo de la psicología: el experimento de la prisión de Stanford, en el que observamos los efectos de un entorno "malvado" (en este caso, una prisión) sobre 24 estudiantes normales y corrientes. Unos en el papel de guardias y otros en el de presos. Tras un primer día sin demasiados problemas (en el que, eso sí, los guardias se tomaban su papel muy en serio), los presos se rebelaron; como consecuencia, los guardias empezaron a realizar toda clase de humillaciones, tormentos y torturas a los presos (y eso siendo varios hippies que antes del experimento consideraban a los policías y guardas en general "cerdos"), si bien la violencia física estaba expresamente prohibida por Zimbardo. Por su parte los presos cayeron en una actitud de pasividad y depresión extrema. Al sexto día tuvo que suspenderse un experimento que debía haber durado dos semanas.


Sobre este experimento, del que el mismo Zimbardo escribió un libro en el que describe con detalle cada uno de los días del experimento ("El Efecto Lucifer"), gira este episodio de Redes. Sería absurdo repetir aquí lo dicho en el programa; lo mejor es verlo. Sólo reiterar dos puntos de enorme interés: el primero es la importancia de la deshumanización de los distintos sujetos. Tanto guardias como presos perdieron su individualidad al entrar en el experimento: los guardias portaban gafas de sol que les daban cierto anonimato y ya habían llegado el día anterior para coger confianza con el lugar. Los presos, que eran desnudados y cacheados al llegar, perdían su nombre y eran exclusivamente tratados por el número que se les asignaba.


Esto es importante por dos motivos: el primero es que el anonimato dio cierta sensación de impunidad a los guardias, lo cual incentivaba su sadismo. Pero por otro lado, la perdida de individualidad de todos los sujetos del experimento hace que sea más fácil no valorarlos como semejantes: para los guardias los números eran presos y para los presos los otros eran guardias (de hecho, los guardias consiguieron que incluso los presos entre ellos fueran considerados números). Este es, ni más ni menos, el proceso que permite que por ejemplo un terrorista pueda asesinar a sangre fría a una persona a la que ve todos los días y no experimentar el menor de los remordimientos. O el que posibilitó la enorme eficiencia con la que los nazis exterminaron a millones de judíos. O el mismo que sucede en la dantesca lucha entre hutus y tutsis: no hablamos de individuos, sino de "enemigos", de "otros". En el momento en el que ignoras al individuo resulta mucho más difícil empatizar con él... y mucho más fácil cometer contra él toda clase de atrocidades. No hace falta tener alguna clase de personalidad anómala o enfermedad mental, como muchos creen de forma equivocada.


El segundo punto de interés es que en el experimento reside en la increíble internalización del rol de presos por parte de los estudiantes a los que había tocado dicho papel. Se vuelven tan sumisos ante los guardias que en un punto del experimento, en el que un preso suplente inicia una huelga de hambre el resto de presos se vuelven contra este: es encerrado en aislamiento durante horas (pese que las propias normas que se autoimponían los guardias ponían un máximo de una hora) y, ante la oferta al resto de presos de liberarle a cambio de sus sabanas, todos responden de forma negativa salvo uno. 


Además a lo largo del experimento Zimbardo observó como varios llegaron ofrecer su paga por el experimento a cambio de la libertad condicional: dicha libertad condicional se les fue denegada, pero lo interesante es que ellos eran libres de irse en cualquier momento ya que no eran presos reales. Si estaban dispuestos a no cobrar ¿por qué no irse sin más en vez de solicitar la libertad condicional? La respuesta a esto es que, en apenas unos días, los propios presos se consideraban delincuentes. Aun no habiendo cometido ningún delito; aun estando allí por un simple experimento al que se habían presentado de forma voluntaria.


Esa autoasignación del rol es sumamente interesante, porque observamos como no sólo se aprende a ser delincuente, sádico, o malvado... también se aprende a ser víctima. A ser sumiso y obediente ante las injusticias que nos ocurren. La clásica imagen de las víctimas del Holocausto caminando de forma obediente hacia una muerte segura es un ejemplo de tantos, pero también podemos pensar en aquellas mujeres maltratadas que ya han asumido ese papel y no tienen la menor intención de cambiarlo (Síndrome de la mujer maltratada). 
De esto último saco lo siguiente: educar al posible delincuente es importante, pero hemos descuidado por demasiado tiempo a las víctimas. Y en violencia de género esto ha sido demasiado evidente. En el experimento de Zimbardo los presos estaban desconectados unos de otros; si queremos que las víctimas de un delito lo denuncien, deben sentirse arropadas por su entorno y por la sociedad. Y por desgracia, esto sigue sin ocurrir en demasiadas ocasiones...

Los orígenes del mal

En esta primera entrada introduciré una serie de ideas básicas, que si bien para aquellos con un mínimo de conocimientos en las ciencias sociales serán casi triviales, me servirán de introducción para aquellos pertenecientes a otros campos.
 
Desde el principio de los tiempos, uno de los temas de mayor interés para los pensadores interesados en el comportamiento humano ha sido el porqué de la conducta que podríamos calificar como "malvada". A lo largo de la historia podemos observar como este asunto es tratado de forma muy diferente por las distintas culturas: sirva como ejemplo que para los clásicos, el ser humano era completamente independiente de las fuerzas que le rodeaban. Este elegía en plena libertad hacer el mal. En cambio, en la Edad Media era inconcebible para muchos que se hicieran según que acciones sin acudir a la demonología: las grandes maldades eran cosa de poseídos y brujas.

En tiempos más recientes y por razones evidentes, la criminología ha intentado explicar de forma recurrente este fenómeno. Se intentó, durante probablemente demasiado tiempo, buscar un "culpable" concreto al que responsabilizar de la conducta malvada de los sujetos (y de la delincuencia en general): bien en los genes, bien en la sociedad; bien en el propio sistema económico. Es comprensible que la posibilidad de dar una respuesta que explicara de forma absoluta el crimen fuera tentadora para tantos: a fin de cuentas, si consigues encontrar la causa que conduce de forma inexorable a un sujeto a delinquir puedes intentar tratar esa causa; o bien evitar que el sujeto llegue a causar algún mal al identificar el problema en este y detenerlo antes de que incluso cometa el delito. Obvia decir que esta simplificación de la mente humana no llegó (afortunadamente) a buen puerto: no podemos explicar la conducta humana de forma tan simple como muchos deseaban, con una simple relación causa-efecto.

Hoy en día el tema es tratado desde un punto de vista multifactorial: no podemos explicar una conducta con una simple causa; pero podemos intentar explicar el comportamiento humano a partir de la suma de distintos factores. Factores que se pueden dividir en endógenos y exógenos: la discusión en cuanto al peso de unos y otros en la conducta que realiza el sujeto ha dado lugar a innumerables debates entre los distintos ámbitos de las ciencias sociales; debates que en muchas ocasiones resultaban un diálogo de besugos ante lo radical de las posturas: mientras que algunos llegaban a pensar que el delinquir estaba escrito en los genes, otros consideraban que de nacimiento todos éramos iguales, a la espera de ser moldeados por la educación y la sociedad.

Ambas posturas son, en mi opinión, igualmente absurdas. La primera ya ha sido criticada sin piedad durante décadas; la segunda en la que el ser humano es al nacer una suerte de tabula rasa aun tiene sus defensores en determinados círculos, pero resulta igual de determinista que la otra, sólo que desde la otra cara de la moneda... ¿Es acaso mucho mejor considerar que la personalidad del individuo está completamente determinada por su estatus socieconómico, por la escuela a la que vaya, por el barrio en el que viva... a qué lo esté por sus genes? ¿Dónde quedaría entonces la individualidad de los sujetos?

Terminaré esta entrada con una breve explicación sobre los distintos factores que explican la conducta del individuo. Entre los factores endógenos, internos al sujeto, tenemos por ejemplo su genética (responsable por ejemplo de características como la extroversión del sujeto). Entre los exógenos de relevancia tenemos su familia, su grupo de iguales, la escuela o el estatus socioeconómico. Todos inciden, en distinto grado, en la personalidad del individuo, que se divide en temperamento  y carácter. El primero engloba características casi invariables a lo largo de la vida del sujeto, de serie, mientras que el segundo es una parte más variable y en la que podemos incidir. Todos ellos serán una parte importante de este blog.